13 ene 2018

Review: Por Mano Propia: Estudio Sobre las Practicas Suicidas

Por Mano Propia: Estudio Sobre las Practicas Suicidas Por Mano Propia: Estudio Sobre las Practicas Suicidas by Diana Cohen Agrest
My rating: 4 of 5 stars

(Reseña publicada originalmente en el blog del Fondo de Cultura Económica de Ecuador)

El martillazo con el que comienza “Por mano propia”, tal vez se sienta un tanto obvio. Después de una página de agradecimientos el lector se encuentra frente a la cita del “Mito de Sísifo” de Albert Camus que se ha convertido en la expresión por excelencia de la problemática filosófica del suicidio: «No hay más que un problema filosófico verdadero…»

Esto puede generar cierta cautela acerca de si el libro que se leerá a continuación será una serie de relecturas acerca de lo que otros han dicho del tema de la muerte voluntaria, pero Diana Cohen Agrest solo lo toma como punto de partida para pintarnos un heterodoxo paisaje del tema del libro en cuestión; empezando con una visión general de la lógica del sentido de la vida humana y un breve estudio historiográfico del origen mismo de la palabra “suicidio”: pasando por el bioaiothanatos (morir con violencia), los neologismos ingleses (self-murder, self-slaughter, self-killing) hasta la acuñación de la palabra suicidio como tal (que debido a su ausencia en el latín histórico vendría a significar “matar a un cerdo”). Esta exposición de datos históricos y reflexivos ayuda al lector a asentar su mente para lo que vendrá después.
Las contrarias visiones de Hume y Kant ante el acto suicida, toman cierto protagonismo en los siguientes capítulos; que parten de la ruptura que provoca la muerte voluntaria ante la visión de la voluntad divina ante una muerte natural. Dejando a la libertad individual (y de cierto modo, universal) en un gran entredicho. Lo que la autora logra en esta parte del libro es demostrar que ambos bandos pecan de una visión utilitarista. La vida, valorada y evaluada por el intrínseco valor o utilidad que el sujeto dará a la sociedad se enfrenta a la muerte por mano propia, evaluada tanto por tanto que un sujeto ya no le puede ser útil a la misma, así como la poca utilidad que le puede presentar la vida a sí mismo.

Kant está en contra del suicidio por verlo como una aniquilación del hombre nouménico, lo que vendría a ser una aniquilación de la moral. Hume presenta al suicidio como una extensión del axioma del convenio recíproco, en el que el hombre que se mata no hace ningún daño a la sociedad, solo deja de producirle bienes, y lleva este argumento mucho más lejos al presentar la siguiente cuestión ¿Por qué alguien debería prologar una vida miserable solo porque la sociedad podría recibir de él, cierta minúscula ventaja? La vida sigue siendo una obligación que el hombre solo tiene para consigo mismo. Argumentos que no tienen cabida en la ética rigorista de Kant.
Hasta finalizar Cohen Agrest nos sigue un plano cronológico de las posturas filosóficas desde un punto de vista casi neutral, y cuando lo hace con un rigor crítico, se agradece el hecho de esto no cae en lagunas morales. Diversas categorías suicidarias siguen desfilando, la proclividad de la vida monástica a caer en la “asedia” (melancolía suicida), la anomia durante las crisis mundiales… entre otras.

Lo que sigue es una breve presentación de enfoques científicos: Émile Durkheim y sus categorías del suicidio (como un fenómeno puramente social) toman la posta, y la autora después de entrevérnoslas, nos muestra su falibilidad como superestructuras construidas sobre sencillísimas bases que pecan de un reduccionismo extremo (lo cual también se agradece). Y ahí es donde volvemos a Camus, el estudio sociológico puede tratar de encontrar la respuesta al suicidio mostrándolo a su vez como una respuesta a los males del medio social, eso implica una visión limitada, el acto limítrofe es algo que se construye en silencio, el análisis de otros autores prosigue y es mejor que el lector los encuentre de primera mano. Freud y Lacan son los siguientes objetos de análisis y de ellos pasamos a las opciones terapéuticas, que son revisadas en un enfoque que a pesar de tener sus tecnicismo, logra ser comprensible para el lector de a pie. Pero también es aquí donde las cosas se ponen un poco más deprimentes, las estadísticas y los datos provistos por médicos y profesionales muestran una verdad emborronada por el miedo social a la muerte, más aun a la autoprovocada. El silencio del suicidario deviene en el silencio universal. «La mayoría de suicidios relacionados con síndromes depresivos tuvieron lugar luego de un breve período durante el cual el paciente mostraba una mejoría notable. A menudo somos sorprendidos por suicidios inesperados; una vez el paciéndote toma la decisión de quitarse la vida, se apodera de él cierta calma, hasta una suerte de alegría, de modo que con su muerte, una vez que se produce, no hace más que provocar desconcierto» [páginas 219 – 220]
El cariz se torna un poco más complicado al tomar el tema de la intervención, en muchos casos paternalista, ante el suicidio y la eutanasia. El temor a la muerte o al encarnizamiento terapéutico es visto como una no-elección por sus detractores y muchos de los argumentos pierden peso sobre la absurdez de los mismos, la etiqueta de irracional que se le da a la opción eutanásica es irracional en sí misma al leer lo paradójico de ellos. Otro tipo de intervención sigue siendo difícil, cada historia donde se intenta impedir un suicidio es al fin y al cabo un diálogo: un ser que sufre, pide ayuda y otra persona que lo escuche debe estar dispuesta a escuchar su pedido. Escrito no suena difícil. Una de las conclusiones es: si hay una definición de lo que es una vida buena, qué implicaría de manera individual una buena muerte ¿cómo se preferiría morir? Se retorna al argumento que la mayor responsabilidad del individuo es para consigo mismo.
El libro termina con un pequeño apéndice destinado a los que le sobreviven al suicida, las verdaderas víctimas, por así decirlo. Las opciones terapéuticas e interventoras vuelven a asomar como un abanico que apenas puede velar el vacío que deja la repentina desaparición de una vida que a su vez, volvió al vacío.

Es una excelente manera de terminar el libro. Los muertos ya no necesitan de retóricas o de discusiones semánticas acerca de lo que significó o no su acto final. Eso es algo para los vivos.

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