1 sept 2013

A la vuelta de la esquina


Es la primera vez en años que entras a éste lugar, lleno de polvo y herrumbre. Las hormigas muertas que encuentras entre las páginas de los libros que has dejado aquí, te recuerdan que has envejecido; que todo es diferente, pero que nada ha cambiado.

Tu salud apenas te permite mantenerte en pie, pero eso es lo que menos importa, no hay ningún papel que interpretar entre éstas vetustas paredes, así que te acurrucas en un oscuro rincón, a solas. Mientras una voz, una terrible, estridente y eléctrica voz, te susurra al oído, te dice todo aquello que no quieres escuchar, enumerando todo lo que has dejado ir, cada error que has cometido, cada persona a la que has herido. La voz se convierte en voces, las voces en gritos y los gritos en imprecaciones. Intentas encomendarte a Dios, al diablo, a ti mismo (escoge tu veneno), pero no encuentras más respuesta que las ensordecedoras voces.

Te pones de pie, intentas recuperar el equilibrio. Sientes miedo de salir, miedo de lo que encontrarás a tu regreso, del vacío que te espera; pero sabes que lo harás, aunque el vacío te destruya y corrompa los arquetipos que cuidadosamente has creado durante largos años, demoliendo las defensas que has levantado contra tu propio silencio; volverás. Aunque te destruya, porque debes destruirte para poder crear. Destruirte. Debes regresar. ¿Regresar a dónde?

Las rodillas te fallan, quieres prender las luces para que parezca que hay alguien más en casa, intentas alejar la oscuridad, la oscuridad de tus pensamientos, pero ésta no se va. Las luces parpadean pero no logran alejar las tinieblas de ti, así que corres, sales del lugar abres la puerta para encontrarte con la noche, la ominosa oscuridad del mundo iluminada por un centenar de soles noctámbulos, caes de bruces y permaneces sobre la hierba bajo la burlona mirada de los astros. De repente, algo dentro de ti despierta, una risa, una risa nacida de tu pasado, del absurdo de tu presente y de la incertidumbre de tu futuro. Ríes, ríes entre lágrimas despojándote de tus recuerdos, la memoria permanece, pero no te define. Siempre será tarde, pero hay motivos para regocijarte en ello. El vacío del mundo se abre ante ti, y caes de rodillas frente a él, esperándolo, afrontando el absurdo con más Absurdo, una voz susurra tu nombre en tu mente, pero ésta vez es tu propia voz, que te dice que todo estará bien porque nada en éste mundo lo está.